A más de seis décadas de La Historia me Absolverá

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Ministerio de Justicia
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Recordar hoy el alegato de defensa Fidel ante el tribunal que lo juzgó por los asaltos a los cuarteles Moncada  y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 conocido para la posteridad como La Historia me Absolverá además de un acto de justicia, deviene necesidad imperiosa.

 Hoy, a 68 años del importante hito, y cuando la “desmemoria” de algunos pretende desacreditar la inmensa obra construida con el triunfo revolucionario de 1959, se  impone rememorar las condiciones objetivas que llevaron a la Generación del Centenario, encabezada por Fidel Castro Ruz, a los citados asaltos y, en consecuencia,  a escribir el histórico alegato,  devenido programa de la revolución.

 Sin hablar de los asesinatos a los combatientes prisioneros y heridos durante la acción del 26 de Julio de 1953,  ni de los crímenes extrajudiciales que caracterizaron a la dictadura de Fulgencio Batista llegado al poder tras un golpe de estado  y reconocido de inmediato por el gobierno de Estados Unidos es  bueno no olvidar la podredumbre y miseria reinante en la etapa neocolonial.

 Por solo citar algunas cifras olvidadas por los “desmemoriados” de hoy, los libros de historia de la época y las estadísticas públicas reconocen y  así lo plasmó Fidel en La Historia me Absolverá ,que en los campos de Cuba vivían más de 500 mil campesinos en miserables bohíos, condenados al hambre eterno junto a sus hijos porque el trabajo solo se extendía a cuatro meses y el resto era el tristemente célebre “tiempo muerto”, de tan dolorosa data para quienes lo sufrieron.

 Tampoco es bueno olvidar que el 88% de esas ¿viviendas? No tenían luz eléctrica, agua potable y mucho menos neveras o refrigeradores, ni que el salario promedio  de esos campesinos no rebasaban los 25 centavos  diarios para comer, vestir y calzar, por solo citar algunas de las necesidades básicas.

 Las imágenes de niños famélicos, con barrigas hinchadas de parásitos y deambulando por las calles para tratar de arrancarle unos centavos a la miseria inundaban los diarios y publicaciones de la época pre revolucionaria y aunque ciertamente en algunos parajes de la capital cubana se empoderaba el lujo, no es menos cierto que solo alcanzaba una parte ínfima de la población asociada a la mafia norteamericana y la sanguinaria dictadura.

  Quienes desconozcan selectivamente esta historia podrían documentarse por la prensa de la época.

 Esa realidad que movió a la Generación del Centenario a lanzarse a la lucha para rescatar la patria es la que hoy tratan de desvirtuar los mercenarios y acólitos del imperio.

 La dictadura de Batista asesinó a mansalva después de su captura a más de 60 jóvenes asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes;  hizo de la tortura y la desaparición de opositores un modo de gobierno;  robo las arcas públicas, malversó los fondos del estado y dejó sumido en la miseria a toda Cuba.

 Sin embargo la historia no reconoce ni una sola mención a esos crímenes y mucho menos ninguna condena pública por parte de Estados Unidos,  quien por aquel entonces quizás consideró que las víctimas de esa dictadura que apoyaba, no eran humanos ni merecían su atención.

 No contentos con ese apoyo, salvaguardó y salvaguarda en su territorio a connotados terroristas que llenaron de sangre los campos cubanos y enlutaron a decenas de miles de familias que sufrieron el asesinato y las desapariciones de sus hijos.

 ¿Acaso pretende el gobierno norteamericano que el pueblo cubano lo vea como el campeón de los derechos humanos y el salvador de la nación? ¿Cómo creer que un gobierno empecinado en rendir por hambre y enfermedad a un pueblo mediante el bloqueo económico, financiero y comercial  más largo de la historia, se preocupe por el bienestar de esas personas a las que pretende asesinar poco a poco?

 La Historia me Absolverá tiene hoy total vigencia. Cada uno de sus párrafos es un llamado a no olvidar jamás lo que podría suceder si la Revolución se perdiera. La Cuba de antes de 1959 era una aureola de luz para una élite a la cual no le importaba el  bienestar de la población. Y eso es bueno no olvidarlo, porque en el trillado camino de la desmemoria los traidores a la patria siembran la semilla de la desunión con la esperanza de recolectar los privilegios perdidos aunque eso condene al ostracismo al país que dicen amar.

Etiquetas
26 de julio
Fuente
Enrique Valdés

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