Cuando la irresponsabilidad nos podría quitar la vida
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Por Enrique Valdés
El tema de la responsabilidad individual para combatir la epidemia generada por la COVID-19 no es nuevo. Hace apenas unas semanas cuando la provincia de La Habana logró disminuir considerablemente la trasmisión y en consecuencia decretó el arribo a la primera de las tres fases previstas para la normalización, las autoridades de Salud coincidieron en alertar que mantener esa tendencia pasaba por la conducta ciudadana individual y colectiva pues el coronavirus estaba latente con toda su mortalidad.
¿Qué pasó entonces? Quizás por tantos meses de aislamiento, tal vez porque la percepción de peligro casi desapareció en muchos sitios algunos consideraron que no había nada que temer y violaron casi desde el primer día las medidas de aislamiento social y físico adoptadas por las autoridades del país.
Aquellos vientos trajeron nuevas tempestades. Septiembre nos sorprendió con un fuerte rebrote y un grupo de medidas restrictivas que nos mandaron de vuelta hacia la casa y redujeron la movilidad de la población.
Esas acciones tuvieron un resultado favorable. Las cifras vuelven a disminuir y la situación poco a poco se controla. Otra vez la dirección del Estado de conjunto con las autoridades de la provincia de La Habana anunció la eliminación de algunas de las medidas restrictivas pero alertaron que mantener esas cifras dependía, ante todo, de la disciplina individual e institucional.
Por línea general hoy se observa disciplina. Más que en la etapa anterior. Sin embargo eso no es suficiente. Mientras recorríamos algunas zonas de la provincia constatamos la inobservancia del distanciamiento físico en las colas para adquirir alimentos o productos de aseo; ómnibus por encima de las capacidades permisibles; personas sin nasobuco o con este mal puesto deambulando por las calles.
Sin embargo lo más preocupante, en mi criterio, es constatar el retorno a la calle de los niños, el correteo por los parques sin que medie ese tan necesario distanciamiento y es bueno recordar que en el programa Radio-Televisivo de la Mesa Redonda en el cual se anunciaron la eliminación de parte de las restricciones el director provincial de Salud Carlos Alberto Martínez Blanco explicó que era necesario que se ganara ya no en precepción de riesgo sino del peligro real de enfermarse por la letalidad de este peligroso coronavirus.
Mucho se ha hablado en estos días de la reapertura de playas, parques, piscinas, entre otros, e incluso en las propias redes sociales se libra una batalla entre partidarios y detractores de esas medidas.
En lo personal considero que ninguno de esos sitios por sí solos constituye fuentes de problemas, aunque también es innegable que la irresponsabilidad de algunos de quienes opten por visitarlos podría comprometer la salud de los demás porque son las mismas personas que laboran con nosotros, montan los mismos ómnibus y hacen las mismas colas. De ahí la importancia también de que se mantenga todo el rigor de las sanciones pecuniarias y no se pierda la presencia de las autoridades encaminadas a enfrentar las conductas trasgresoras.
Ahora se impone extraer experiencias. Analizar desde cada institución cómo dar respuesta a las medidas orientadas por el Gobierno y en especial las relacionadas con el tele trabajo y el trabajo a distancia pues la disminución drástica de las cifras en esas modalidades en la ocasión anterior congestionó las paradas y ómnibus con una parte de las personas que bien podrían mantener esa opción que como han dicho las autoridades cubanas, llegó para quedarse.
lp/minjus
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