Los derechos humanos como arma mediática imperial

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Cuando en año 1948 vio la luz la Declaración Universal de los Derechos Humanos un halo de esperanza se apoderó de una buena parte del mundo.
El decursar del siglo XX nos acercó a innumerables e innombrables actos de barbarie, explotación y exterminios masivos, incluidos los devastadores efectos de las dos guerras mundiales.
Es por ello que después de las masacres provocadas por el lanzamiento de sendas bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki en territorio japonés y la derrota del fascismo, una parte del planeta vio en la creación de la Organización de las Naciones Unidas y en esta Declaración referida al respeto a los Derechos Humanos un camino que ponderara la igualdad entre todos los seres y abriera espacio para el desarrollo integral de las naciones. Pero tristemente no fue así.
Con Estados Unidos a la cabeza de las naciones occidentales continuaron las masacres contra las poblaciones autóctonas, se santificó al KKK y se emprendió una carrera homicida en contra de los gobiernos que no les eran afines.
Entonces lejos del espíritu de esa Carta fueron asesinados presidentes, promovidos golpes de estado, instaurado el terrorismo de estado, y denigrantes formas de tortura que todavía trascienden hasta este siglo XXI.
Sin embargo, el tema de los Derechos Humanos es uno de los más característicos del doble rasero con que los estados imperiales miden al mundo, hasta el punto que bajo el “respeto” a ese elemental principio comenzó una explotación indiscriminada de ese recurso que hoy mantiene en vilo a la humanidad entera con la creciente preocupación de una guerra nuclear cada vez más posible.
Atrás quedaron las buenas intenciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas con la adopción el 16 de diciembre del año 1966 de los pactos relacionados con los Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el de Derechos Civiles y Políticos, los cuales, de conjunto con la citada Declaración Universal de los Derechos Humanos, conforman la Carta Internacional de Derechos Humanos.
Y es que lamentablemente el término derechos humanos a perdido su esencia humanista para transformarse en un mecanismo político utilizado por las grandes potencias para satanizar a gobiernos progresistas o incómodos a los intereses geopolíticos imperiales.
Al día de hoy podríamos cuestionarnos ¿qué importancia tiene que la casi totalidad del planeta esté adscripto, al menos, a uno de los pactos, incluso con carácter vinculante, ni que el Consejo de Derechos Humanos sesione sistemáticamente en Ginebra, si la práctica demuestra que ese escenario cada vez semeja más a un circo romano donde las grandes potencias imponen sus criterios con total desapego a lo dispuesto?
¿Cómo podría entenderse que mientras el Derecho Internacional se pronuncia contra la discriminación racial, la tortura, las desapariciones forzosas, la desatención a las personas con discapacidad, a los derechos de la mujer, los niños, los migrantes, las minorías y los pueblos indígenas, las políticas primermundistas los violen impunemente?
¿Por qué las Naciones Unidas no pueden detener, en nombre de estos Pactos, la masacre israelí contra el pueblo palestino y sus agresiones contra los países de la región?
Obviamente este 10 de diciembre, Día internacional de los Derechos Humanos duele constatar cómo preceptos nacidos con el objetivo de garantizar el derecho a la vida, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, al trabajo, la seguridad social y la educación, entre otros, se han prostituido bajo el doble rasero impuesto por el llamado Primer Mundo.
Sirva este día también para recordarle al mundo la situación que enfrentan los niños migrantes en territorio norteamericano, literalmente presos en campos de concentración al estilo nazi; las injusticias a las que son sometidos los afros norteamericanos, víctimas de abusos policiales y asesinados sin motivo alguno mientras la justicia en la mayoría de los casos se mantiene selectivamente ciega.
Preguntémonos también si los millones de hambrientos, de analfabetos, de desplazados por las guerras de rapiña, en fin, si los desposeídos de siempre tendrán un día derecho a la alimentación, la salud, la educación o si simplemente formarán parte de ese otro circo en el cual una parte de los “representantes” de esos pueblos se dan la mano y posan para una foto en la que por supuesto no tendrán ni voz ni voto estas personas.
Por supuesto cuando el día avance y culminen las fanfarrias por la celebración no habrá cambiado la suerte de los países progresistas que sufren la agresión mediática de las trasnacionales imperialistas, las sanciones económicas unilaterales y la guerra de cuarta generación o los llamados golpes blandos.
Cuba país enfrentado a un criminal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos desde hace más de seis décadas con el propósito de cambiar el rumbo elegido por la mayoría de su pueblo, celebra la fecha con alegría por las conquistas alcanzadas, pero también con el dolor de no haber avanzado mucho más como consecuencia de esa guerra económica.
No importa que siga vilipendiada por el soberano derecho de defender su soberanía a cualquier precio y culpada de penurias de todo tipo por quienes tienen sobre sí el peso histórico de las agresiones brutales que a diario sufre, la alegría que hoy se respira en los parques, las calles, las escuelas demuestran sin lugar a dudas las razones por las cuales el pueblo en general festeja este 10 de diciembre.