24 de Febrero: Un alzamiento que vindicó los principios de independencia de Cuba
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Cuba sangraba por la ignominia del Zanjón. La Patria herida lloraba por sus héroes caídos en los campos de batalla, y sufría el dolor de sentir sobre su suelo el peso de la sangrienta bota española cercenándole la libertad.
Un gran hombre estudió las causas del fracaso de la contienda independentista, únicamente posible por factores subjetivos que llevaron a una capitulación nacida desde la desunión y el regionalismo, más que del fracaso trepidante de los machetes y el fragor de los fusiles.
Y desde el mismo instante que tuvo claro esos motivos, José Martí, Héroe Nacional de la República de Cuba, dedicó su vida a restañar resquemores, limar asperezas, unificar criterios. Fue así que, con la fuerza de los Pinos Nuevos y los bríos de los veteranos, otra vez se escuchó del vientre de la nación el grito enaltecedor de la independencia que pujaba por nacer.
Era el 24 de febrero de 1895. Se iniciaba la Guerra Necesaria para acabar con el lastre del coloniaje español.
La Revolución, continuidad de la gesta iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868, marcó un hito imborrable para la historia de Cuba, aunque la caída en combate de varios de sus principales líderes, y la sombra de otros males que renacieron como la yerba mala, impidieron otra vez una que guerra ganada en el campo de batalla se frustrara entre divisiones y hasta ambiciones personales de algunos de sus principales representantes.
De aquellas gestas quedó el amargo sabor de la victoria frustrada , pero también la semilla que germinó la epopeya del Moncada y alumbró el camino de la independencia lograda al fin el Primero de Enero de 1959.
Hoy, a la distancia de más de un siglo del memorable discurso Martiano -Con Todos y para el bien de Todos- su lectura continúa siendo obligada referencia porque las ideas planteadas allí por el Apóstol rebasan siglos y se erigen como valores trascendentales para una verdadera Revolución.
De altar se ha de tomar a Cuba, dijo, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella”, esa frase cobra hoy más vigencia que siempre, en momentos en que mercenarios al servicio de Estados Unidos pretenden desconocer su historia de lucha y ceder al apetito anexionista plasmado en la resucitada Doctrina Monroe que reclama la América realmente para los norteamericanos.
Por eso no fue casual que la nueva Carta Magna naciera un 24 de febrero con el voto soberano de la inmensa mayoría del pueblo, que en medio de la hostilidad imperial han hecho de la defensa de la Revolución su cotidiana manigua y de su grito de Patria o Muerte la convicción de mantener la soberanía sin importar su costo y a riesgo incluso de la vida.