Aquel glorioso instante en que la Caravana de la Libertad entró en La Habana

Los recuerdos pujan por salir. De repente me veo corriendo por el largo pasillo de la casa, muy temprano en la mañana, aquel 1ro de enero de 1959, hace ya 64 años, en que por primera vez en mucho el llanto derramado por mi familia tenía un dejo de alegría.

 Apenas tenía seis años de edad, pero nunca he podido olvidar a mis padres y abuela abrazados repitiendo con voz entrecortada ¡Se cayó Batista coño, tumbaron a ese asesino!

 Después supe que ese tal Batista era la causa directa de la incesante tristeza de mi abuela, quien solía llorar desconsoladamente frente al retrato de su hermano vilmente torturado y asesinado por esbirros al servicio de este tirano.

 Esos días de enero se vivieron aprisa. Todavía conservo una foto vestido con un traje verde olivo con el cual, en hombros de mi padre, di la bienvenida, a la Caravana de la Libertad con Fidel al frente.

 Desde esa privilegiada posición tuve la suerte de ver por primera vez a un barbudo impresionante llamado Fidel a quien el pueblo enardecido saludaba. Desde ese momento me aprendí su nombre y de tanto verlo en el desvencijado televisor de la casa se convirtió en algo así como un miembro perenne para nuestra familia.

 Aunque en ese instante no podía comprenderlo, asistí a uno de los hitos más importantes de nuestra historia. Aquella Caravana era todo un símbolo de libertad y justicia. Era la esperanza de un futuro distinto. Era el sueño que comenzaba a hacerse realidad.

 Hoy, cuando otro grupo de jóvenes reeditan su recorrido, no puedo evitar recordar ese 8 de enero y extrañar hasta el dolor infinito los hombros desde donde divisé la entrada triunfal de los barbudos.

 Y aunque tampoco viaja Fidel al frente de la honrosa Caravana, se me antoja verlo en estos jóvenes, dignos relevos y continuidad de nuestro proceso revolucionario.

Y ante la materialización de este hecho solo queda, por suerte para la patria, la certeza de que, en esa Caravana, como antaño, viaja nuestro presente y futuro de justicia sostenido por ese relevo generacional viril sobre el cual descansa hoy la seguridad de la nación cubana.