El mundo mandó un claro mensaje a Estados Unidos
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Sumario: Ciento ochenta y siete naciones apoyaron el Proyecto cubano que condena el bloqueo impuesto por Estados Unidos porque, a la luz del Derecho Internacional, este constituye el mayor crimen de guerra ejecutado contra un país en tiempo de paz.
Por Enrique Valdés
No por esperada esta 32 votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas a favor del Proyecto de Resolución “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”, merma el entusiasmo del pueblo de la Isla y su clamor de justicia contra esa política genocida.
Otra vez el gobierno norteamericano quedó aislado en su cruzada contra Cuba, apoyado solo por su perro faldero, el criminal desgobierno israelí, asesino de decenas de miles de mujeres, ancianos y niños y eterno violador de los derechos humanos del pueblo de Palestina.
Si apabullante fue el triunfo de la Mayor de las Antillas, vergonzosa fue la posición del representante estadounidense que, sin otros argumentos que sustentaran su criminal accionar, echó mano a su arsenal de mentiras para tratar de confundir a la opinión pública mundial.
Y es que ya es innegable, tras 32 votaciones de apoyo a Cuba, que el bloqueo, además de ilegal, constituye el sistema de sanciones unilaterales más prolongado aplicado contra cualquier país.
La victoria cubana desmerenga también los argumentos esgrimidos por “incrédulos” y medios de prensa mal llamados independientes, negados a admitir el nefasto impacto que el bloqueo tiene contra el desarrollo económico, comercial y financiero de la Isla y en especial contra los derechos humanos de su población. Y eso es una verdad innegable, lo dicen 187 naciones que votaron por la paz y la justicia.
¿Cuál fuera en estos momentos la situación de Cuba si los más de 1 billón 499 mil 710 millones de dólares que el bloqueo a causado a lo largo de seis décadas los hubiera podido dedicar al desarrollo de su economía y su pueblo?
Evidentemente, la situación fuera otra, y eso lo saben quienes se empeñan en mantener a capa y espada la criminal política, pues si no estuvieran convencidos de ello ya lo hubieran levantado para dejar sin argumentos al gobierno cubano.
Desde el punto de vista jurídico el bloqueo impuesto por Estados Unidos constituye una flagrante violación del Derecho Internacional, pero eso no es noticia porque la historia de esa nación está basada en el despojo, la imposición de la fuerza y las agresiones a los más débiles. Cuba no es una excepción dentro de esa regla.
Remitámonos a la Doctrina Monroe, que últimamente están empeñados en desenterrar porque ante el avance de los sentimientos de independencia de algunos pueblos del continente preconizan el axioma de “América para los ¿americanos?” o para decirlo de manera correcta, América para los norteamericanos.
Esta genocida práctica- tomada “prestada” de la táctica empleada por Napoleón Bonaparte en la primera década del siglo XVIII para tratar de rendir por hambre y enfermedad a Inglaterra durante su conflicto armado-, impactó de manera tan negativa sobre la población civil que las partes se vieron obligadas a suscribir normas y convenios que los salvaguardaran un tanto.
Desde ese lejano tiempo (tres siglos atrás) el bloqueo está considerado una política criminal, utilizada solo en tiempos de guerra y entre estados beligerantes, para lo cual se rubricaron los Convenios de Ginebra y La Haya en los años 1864 y 1869, respectivamente, aunque en el caso de Cuba, Estados Unidos no ha respetado ninguno de ellos.
Tampoco los respetó en el año 1897, durante la guerra Hispano- Cubano- Americana, cuando implantaron un bloqueo naval contra la Isla y aprobaron las Instrucciones de Breckenridge, por aquel entonces Secretario de Guerra estadounidense, quien ordenó destruir todo cuanto estuviera al alcance de sus cañones y reforzar el bloqueo de manera tal que el hambre y la peste diezmaran a la población civil y a los ejércitos de ambos bandos para facilitar así la ocupación militar. Cualquier semejanza con los criminales métodos utilizados por las distintas administraciones yanquis no son pura coincidencia sino la continuidad de una política injerencista y criminal.
A lo largo de 60 años Estados Unidos ha sustentado la tesis del “embargo” que solo involucra a ambos gobiernos, sin embargo, a los defensores de ese engendro los remitimos a lo acordado en la Conferencia Naval de Londres del año 1909 en la cual se definió como acto de guerra la utilización de alimentos y medicinas para obligar a un pueblo a renunciar a su soberanía y definió al bloqueo como un acto de genocidio aplicable únicamente a partes beligerantes.
En el año 1949 la comunidad internacional dio un paso importante en su intento de consolidar el Derecho Internacional y el Derecho Internacional Humanitario, con la firma de los convenios de Ginebra, que obligan a los estados adscriptos- Cuba y Estados Unidos entre ellos-, a adoptar las medidas necesarias para la protección de los civiles y a establecer normas para el libre acceso a todo envío de medicamentos, víveres y material sanitario, entre otros.
Bajo esos mismos principios la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 1974, denominó como guerra económica el instante en que un Estado interviene en la vida económica del otro mediante medidas de presión como el bloqueo o boicot y prohibió en su artículo II, apartado cuatro, la agresión económica entre sus Estados miembros.
A partir de estos presupuestos ¿es legal el bloqueo norteamericano impuesto contra la Isla? ¿Acaso no viola lo refrendado en el Derecho Internacional Humanitario, en la Declaración de los Derechos Humanos, la Carta de la ONU y en el artículo IV de los Convenios de Ginebra?
Los propósitos reales del bloqueo, justificaciones apartes, están en los documentos de los archivos de Seguridad Nacional desclasificados hace algunos años, estos enfatizan en la necesidad de privilegiar medidas para estrangular la economía, matar por enfermedad y hambre al pueblo, sembrar el descontento en la población civil y minar el apoyo al proceso revolucionario.
No es casual entonces que en defensa de ese orden internacional que tanto preconizan los falsos defensores de la legalidad y el orden en el mundo, la Asamblea General de las Naciones Unidas durante 32 años haya apoyado, casi de manera unánime, la resolución cubana contra el bloqueo impuesto por Estados Unidos, porque en buena ley este, a la luz del Derecho Internacional, constituye el mayor crimen de guerra ejecutado contra un país en tiempo de paz.