A propósito del día de las redes sociales…

El 30 de junio se celebra, desde 2010, el Día Mundial de las Redes Sociales o Social Media Day. Su origen lo debemos Peter Cashmore, fundador del popular blog de noticias Mashable, quien consideró necesario utilizar un día para festejar el gran avance de comunicación y entretenimiento que han supuesto las redes sociales.

La celebración tiene como objetivo destacar las redes como herramienta que permita a la población mundial una mayor y mejor comunicación, además de ser un medio inmediato para mantenerse informados, a través de una plataforma globalizada como es Internet, mediante estructuras que conectan a personas, con la creación de vínculos de una manera rápida, donde la distancia no es un obstáculo, particularmente gracias a la evolución y desarrollo de la web 2.0, la cual ha ofrecido cada vez más posibilidades de participación, colaboración e intercambio, reubicando al usuario en un rol mucho más activo.

Unido a ello, la fecha se ha aprovechado para resaltar la importancia de hacer un uso responsable de las bondades que ofrecen las redes sociales, especialmente en un mundo donde más del 66% de la población es activa en Internet y donde la brecha digital entre los países desarrollados y subdesarrollados rompe esa quimera de “todos conectados” y evidencia la cara real de la moneda detrás de la supuesta libertad ilimitada que proporciona el escenario virtual de las redes sociales, donde siguen siendo el poder y el dinero quienes llevan la voz cantante.

Lo cierto es que sí, las redes sociales se manipulan y desvirtúan, a capricho…bueno, acorde a los intereses de quienes controlan el poder y el dinero; bastará recordar el escándalo del triunfo electoral de Donald Trump en 2017, por citar un ejemplo de los más polémicos.

Documentales como El dilema de las redes sociales, de Netflix e incluso películas como The Social Network, son bastante ilustrativos al respecto y detallan el funcionamiento del algoritmo de estas redes y toda la maquinaria de influencia y dominación que hay detrás de lo que el propio documental califica como el peligroso impacto de las redes sociales.

El recientemente estrenado documental cubano “La dictadura del algoritmo” deslinda con claridad cómo las redes sociales son utilizadas a modo de instrumento de poder blando. En ellas se crean las llamadas comunidades imaginarias o burbujas de confort, que favorecen el posicionamiento, con altos niveles de efectividad, de información falsa, la cual se legitima para el usuario que la consume, pues es bombardeado con el mismo mensaje desde “diversas fuentes”, convenciéndose a sí mismo que todas las personas con las que interactúa piensan igual y que el mensaje es cierto porque “todas las fuentes no pueden estar equivocadas”, cuando realmente no se trata de todas las fuentes, sino de las ponderadas por el algoritmo para impactar en él.

Ello es posible, según se refleja en dicho documental, dada la calidad y precisión de los aludidos algoritmos creados para interpelar a los sujetos reales con discursos y exhortaciones concretas a la acción, provocando la ilusión de ilimitada libertad, cuando realmente, hasta el más imperceptible detalle está siendo controlado.

No podemos pecar de ingenuos, Cuba no está ajena a las redes y mucho menos a la manipulación proveniente de centros de poder bien identificados y que públicamente han reconocido a las redes sociales como medio para ejercer influencia contraria a nuestro proceso revolucionario, como parte de acciones perfectamente planificadas.

El intelectual Atlio Borón calificó a las redes como nueva arma de dominación neocolonial, muy poderosa, más no invencible. Según sus letras, se trata de derrotar a quien nos ataca, volviendo en su contra sus propias armas. La dictadura de los algoritmos y sus creadores existen, ya esto no es secreto para nadie, ahora queda escuchar el refrán: guerra avisada, no mata soldados.

Tengo a bien, entonces, cerrar con las palabras de Kenneth Fowlere en su artículo Retos e invitaciones de “La dictadura del algoritmo”: debemos convertir también las redes en espacios de emancipación, donde se comparta lo mejor de nuestra cultura, de nuestro pensamiento, donde se visibilicen y, más importante, se desarrollen acciones de formación, de diálogo, de participación verdadera.