Un amanecer pletórico de luz

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Fidel
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 Como era habitual aquel 31 de diciembre del año 1958 en mi casa no hubo fiesta. Todavía estaba muy reciente el atroz asesinato de mi tío a manos del sanguinario Esteban Ventura y cuando mi abuela lanzó el cubo de agua hacia afuera solo exclamó, en voz muy baja, “que con el año se vayan también estos hijos de p…” antes de que las lágrimas entrecortaran sus palabras.

 Yo era muy pequeño, pero no tanto para no percibir el dolor y la angustia que reinaba en la casa, aún en medio de lo que tradicionalmente se conocía como un día de fiesta.

 Quizás por eso cuando la algarabía de ella y de mis padres me despertó al filo de la madrugada se abrieron tantas interrogantes que de inmediato no pude responder, sin embargo, una cosa era cierta y podía percibirse a simple vista. Mi casa amaneció distinta.

 A los gritos de se cayó Batista, o al de ya somos libres, lo acompañaban abrazos, risas nerviosas y hasta un  llanto también entrecortado, pero a la vez diferente al de la noche anterior al despedir el año.

 Al poco tiempo me explicaron someramente el significado de los recientes sucesos y la verdadera razón por la cual el tío que tanto jugaba conmigo no retornó nunca de su pretendida visita al barbero.

 Era el Primero de Enero de 1959 que irrumpió en la vida de la nación con la luz de la libertad y la esperanza, así como con  la certeza de un futuro distinto.

 Desde entonces cambió la dinámica de la casa. Todavía recuerdo aquella  larga jornada en el Prado  Habanero cuando sobre los hombros de mi padre agité la vindicada insignia nacional al paso de la Caravana de la Libertad y vi de cerca al hombre que en los últimos días había pasado a ser uno más de la familia cubana: Fidel Castro Ruz.

 Un poco más tarde, mientras reunidos en la sala mi familia escuchaba el discurso del Líder de la Revolución en el otrora cuartel, devenido Centro Escolar de Ciudad Libertad, comentaron aquellas palabras casi proféticas que auguraban que desde ese momento en lo adelante todo sería más difícil y entre todos, como si de ellos dependiera ese futuro luminoso que cobraba visos de presente en la voz de Fidel, reafirmaron su disposición a participar en la epopeya por venir y de defender a la Patria al precio que fuere necesario.

  Así crecí. En medio de las dificultades que han sido muchas, como vaticinó nuestro Líder, pero también en medio de aquel compromiso rubricado con la palabra de seres comunes, sin otra constancia que la firmeza de ellas, porque entre seres de bien la palabra empeñada tiene tanto valor como cualquier otro documento legal.  Y aunque todavía era pequeño por aquel entonces, sentí la necesidad de recoger aquellos principios y llevarlos a la vera de mis sueños hasta que la vida me permita hacerlo.

 Por eso hoy, Primero de Enero de 2021, al abrir mis ojos a la realidad circundante, no pude  menos que recodar las palabras de mi abuela hace exactamente 62 años y aquella luminosa madrugada que dio paso a una Revolución emancipadora que festeja ya su aniversario 63.

 Y aunque a lo largo de ese tiempo todo ha sido más difícil, también ha sido distinto. Tal vez por ello y para paradoja del destino, mi tío muerto está hoy más vivo que siempre porque los ideales por los cuales entregó su vida lograron materializarse en el cotidiano desempeño de una Isla que puja día a día por reinventarse para ser útil a su pueblo.

 El Primero de Enero de 1959 nació una Revolución invencible. 

Etiquetas
63 Aniversario de la Revolución
Fuente
Enrique Valdés

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