Y las armas volvieron a tronar en Santiago
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La suerte estaba echada. El yate Granma con su ejército libertario navegaba hacia las costas de Cuba, mientras en la Isla un grupo de valientes hombres, agrupados en torno al Movimiento del 26 de Julio, preparaba el Alzamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba para apoyar el desembarco.
El levantamiento se inició temprano en la mañana. Algunos contratiempos iniciales originaron preocupación y desconcierto pero el grupo de patriotas estaba decidido a entregar su vida por la causa y, tras consultarlo con Frank País, jefe de Acción y Sabotaje y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, el rugido de las armas despertó la mañana de Santiago de Cuba.
Una pequeña tropa, uniformada por primera vez de Verde Olivo, imponía su valor.
Aunque las armas tronaron con fuerza ese día 30 de noviembre, lo cierto es que al no producirse el desembarco por causas meramente objetivas la operación de apoyo no cumplió con su rol.
Sin embargo Santiago de Cuba dio un ejemplo de valentía y patriotismo. El pueblo sumado a los combatientes revolucionarios apoyó con cuanto pudo, vigiló los movimientos enemigos, cuidó de los heridos, escondió a los combatientes perseguidos.
No obstante en la acción perdieron la vida un grupo de valerosos jóvenes que a pesar de la superioridad numérica de las tropas Batistianas defendieron sus posiciones y lograron esporádicas victorias en algunos casos.
La retirada, ordenada por Frank País, fue organizada. Los revolucionarios todavía tenían la tarea de apoyar el desembarco cuando este se produjera.
Lo demás es historia ya contada.
El Alzamiento mantuvo en vilo a las tropas enemigas, demostró la decisión de su pueblo de luchar por la independencia y mantuvo viva la llama de la rebeldía.
La llegada del Granma, a pesar de los contratiempos, mostró la determinación de Fidel de cumplir con su palabra: “En 1956 seremos libres o mártires”. El camino hacia la victoria ya estaba abonado.
