Comunidad internacional marcó un claro mensaje de apoyo a Cuba en la ONU
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Otra vez como, en 29 ocasiones anteriores, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor del proyecto Necesidad de poner fin al bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos contra Cuba, presentado por el Ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez Parrilla.
Otra vez, el gobierno norteamericano volvió a quedar aislado.
Han pasado 30 años de aquel 1992 cuando la Mayor de las Antillas presentó a la comunidad internacional esta Resolución condenatoria, la cual fue aprobada por la inmensa mayoría de los estados miembros de la ONU.
Desde entonces, y haciendo caso omiso a los reclamos mundiales, las distintas administraciones norteamericanas lejos de desmantelar la demencial política, propia de tiempo de guerra, ha recrudecido de manera enfermiza cada una de las medidas extraterritoriales.
Es por ello que 185 naciones, muchas de ellas después de explicar su posición y los nefastos efectos que para el desarrollo de la economía antillana y el mundo tiene el extraterritorial bloqueo, votaron a favor del proyecto cubano. Como era de esperar solo el criminal estado de Israel acompañó a Estados Unidos, mientras que Ucrania y Brasil optaron por abstenerse.
Esta votación, que también será incumplida olímpicamente por Estados Unidos, tiene una lógica aplastante y está sustentada en los principios del Derecho Internacional y de la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, un análisis de la historia, esa que los yanquis pretenden a toda costa que los cubanos olviden, permite conocer a fondo las verdaderas intenciones perseguidas con su aplicación.
El caso de Cuba se aleja del espíritu de los Convenios de Ginebra. Los libros ilustran sobre aquel primer bloqueo naval impuesto por los vecinos del norte en el año 1897, en medio de la Guerra de Independencia que Cuba libraba contra España.
A desmemoriados o con memoria selectiva, les sugiero una simple lectura a las Instrucciones de Breckenridge, por aquel entonces secretario de guerra norteamericano, en cuyo memorándum ordena destruir todo cuanto estuviera al alcance de sus cañones, extremando el bloqueo para que el hambre y la peste diezmaran a la población civil y a su ejército, como vía para facilitar la ocupación militar. ¿Acaso esos métodos difieren de la situación actual o simplemente constituyen una clara continuidad de esa injerencista y criminal política?
Remito también a los ingenuos que niegan la existencia del bloqueo o siguiéndole el juego a los estadounidenses lo califican de embargo y enmarcan la situación como un conflicto entre ambos estados, leerse lo acordado en la Conferencia Naval de Londres del año 1909 que definió como acto de guerra la utilización de alimentos y medicinas para obligar a un pueblo a renunciar a su soberanía, y calificó al Bloqueo como un hecho de genocidio solo aplicable a partes beligerantes. No hay bloqueo pacífico. Los acuerdos de la citada conferencia destruyen esa tesis.
Cuba y Estados Unidos son parte también de los convenios suscritos en Ginebra en el año 1949 regulatorios del Derecho Internacional y el Derecho Internacional Humanitario, los cuales obligan a los estados adscriptos a adoptar las medidas necesarias para la protección de los civiles y a establecer normas para el libre acceso a todo envío de medicamentos, víveres y material sanitario, entre otros.
¿Tratar de rendir por hambre y enfermedades a todo un pueblo está a tono con la responsabilidad adquirida por Estados Unidos en esos Convenios? ¿Puede alguien desconocer que en plena pandemia de la COVID-19 el gobierno norteamericano recrudeció la guerra económica e incluso dificultó el acceso del material médico necesario para salvar la vida de mujeres, niños y ancianos?
Y hablamos de Guerra económica, no por solo utilizar un rimbombante término, sino porque bajo los mismos principios sustentados por los convenios de Ginebra, en el año 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas- esa misma a a la que acude cuando pretende justificar alguna fechoría pero que ignora si lo planteado por ella no le conviene- calificó de Guerra Económica el instante en que un estado interviene en la económica del otro mediante medidas de presión como el bloqueo o boicot y prohibió en su Artículo II, Apartado Cuatro, la agresión económica entre sus estados miembros.
Los propósitos reales del bloqueo, justificaciones aparte, están en los documentos de los archivos de Seguridad Nacional desclasificados hace algunos años.
En ellos, como en las citadas instrucciones del secretario de la guerra de Estados Unidos en 1897, están privilegiadas las medidas destinadas a estrangular la economía antillana con el objetivo, también explícito, de matar por enfermedad y hambre a su pueblo, sembrar el descontento en la población civil y minar el apoyo al proceso revolucionario.
Es por ello que si en los últimos 30, años de manera consecutiva, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor de la resolución condenatoria presentada por Cuba, es porque a la luz del Derecho Internacional ese es el mayor crimen de guerra ejecutado contra un país en tiempo de paz.